Pero entre todos estos maestros a los cuales admiro, hubo uno que a mi criterio como estudiante no marco la diferencia y tampoco despertó el interés en mi. Recuerdo que el maestro llegaba siempre y nos observaba unos cuantos segundos y decía-¿Qué curso es este? Y después de nuestra respuesta decía nuevamente -¿Y en que íbamos? A lo cual siempre íbamos a responder – n los talleres del libro que escogió- o decíamos-copiando los teas del libro que escogió-.
Eso dependía en que tema íbamos, porque siempre después de una unidad (la cual teníamos que transcribir, ni siquiera analizar de forma exacta), debíamos esperar el día asignado para preguntar; tano nosotros como el profesor.
Lo curioso era que cuando teníamos alguna pregunta no nos prestaba atención o simplemente terminaba regañándonos, por cosas que ni siquiera entendíamos o por que se salían del contexto de la clase.
Recuerdo una vez que un compañero estaba hablando y no dejaba concentra al profesor (supongo) y fue tanta la exasperación que él tuvo de frente a mi compañero y le pego; considero yo que no son muy apropiadas esas formas si quieres que alguien aprenda y mucho menos si quieres dejar una huella positiva en tus alumnos.
Y aunque todo no fue perfecto, digo con toda seguridad que mis maestros son en mi, una pieza especial para construir mi vida, a pesar de que no todos fueron lo que me imaginaba, por lo menos pude aprender de sus errores y creo que desde ese momento en el que yo aprendí se sintieron muy orgullosos.
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